Hiperinflación
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La hiperinflación describe un estado de inflación muy alta y con una aceleración muy elevada. De acuerdo con la ampliamente aceptada definición desarrollada por el profesor de economía americano Philip Cagan en 1956, la hiperinflación comienza cuando la inflación mensual crece en más del 50 por ciento.
¿Qué implica esto? Imagina que el coste de tu lista de la compra semanal media aumenta de 100€ a 150€ en un mismo mes, y a 225€ el siguiente mes. Durante periodos de hiperinflación extremos, los precios aumentan exponencialmente, a veces incluso alcanzando el doble en una misma semana o incluso en un día.
¿Qué causa la hiperinflación?
Casi todos los casos de hiperinflación han ocurrido durante tiempos de guerra, conflicto, o crisis económica severa, en combinación con déficits presupuestarios del gobierno que iban siendo financiados por la creación de moneda. En estos casos, existe una gran necesidad por un gasto público continuo, si bien se trata de una situación donde los ingresos fiscales reales son decrecientes. Al no querer o a menudo ser incapaces de aumentar los préstamos, los gobiernos comenzaban a imprimir dinero para cubrir las pérdidas.
Cuando se incrementa la oferta monetaria a la vez que la producción se mantiene constante, la economía dispone de más dinero para ser gastado en el mismo número de productos. Tal y como lo predice la teoría cuantitativa del dinero, esto causa que el valor del dinero disminuya y que los precios aumenten. Adicionalmente, la velocidad del dinero se ve incrementada a medida que las personas prefieren gastar su dinero de forma inmediata, en lugar de esperar a que el dinero en efectivo se deprecie.
A medida que los precios aumentan de forma exponencial, las cosas se encarecen, incluso para el gobierno. Si en esta situación el gobierno decide continuar imprimiendo más y más dinero en lugar de ajustar la política monetaria, la inflación continuará aumentando, generando un efecto de bola de nieve.
A medida que los salarios no consiguen mantener el ritmo de esta sobrecarga en los precios, y mientras el dinero en efectivo o los ahorros depositados en los bancos disminuyen respecto a su valor real, el poder adquisitivo de los consumidores cae con rapidez. En respuesta, las personas empiezan a acaparar los bienes esenciales anticipando un mayor aumento de los precios, generando de este modo escasez de suministros y contribuyendo aún más a la espiral de aumentos en los precios, la cual puede descontrolarse.
¿Cómo abordar la hiperinflación?
Las expectativas juegan un papel primordial en mantener los precios acelerados durante episodios de hiperinflación. Para dar fin a esta espiral de precios que aumentan exponencialmente, es necesario romper las expectativas del público sobre el aumento continuo de los precios y restaurar la confianza en la moneda y la economía del país.
Esto requiere un endurecimiento de la política monetaria y un compromiso creíble por parte del gobierno para revertir los factores que dieron lugar a la rápida inflación y devaluación de la moneda en primer lugar. Las medidas que tuvieron éxito en el pasado incluyen la instauración de un banco central independiente, importantes cambios en el régimen de política fiscal, y el establecimiento de un mecanismo creíble de estabilización de la tasa de interés.
Una medida complementaria común es la redenominación de la moneda. Este proceso consiste en cambiar el valor nominal de los billetes y monedas en circulación, normalmente mediante la simple disminución de los dígitos (eliminar ceros extra). Esto puede ocurrir en línea con un cambio en el nombre de la moneda.
Una medida complementaria común es la redenominación de la moneda. Este proceso consiste en cambiar el valor nominal de los billetes y monedas en circulación, normalmente mediante la simple disminución de los dígitos (eliminar ceros extra). Esto puede ocurrir en línea con un cambio en el nombre de la moneda.
Si bien el proceso es principalmente simbólico y no afecta al valor real de la moneda, puede tener un impacto psicológico sobre la población, siempre y cuando los ciudadanos confíen en que la nueva moneda vaya a ser más estable en su valor y que no sea sobreimpresa.
Otra opción es la sustitución de la moneda. En este caso, el país decide oficialmente abandonar la moneda local a favor del uso exclusivo de la moneda de otro país, a menudo el dólar estadounidense. Esta práctica es conocida como la dolarización completa. Normalmente responde a procesos de dolarización parcial, donde los ciudadanos por sí mismos comienzan a sustituir la moneda doméstica por moneda extranjera para realizar transacciones y distribuir los ahorros.
Conviene saber
Si bien la hiperinflación rara vez se asoma, ésta ha ocurrido en más de una ocasión, en algunos países a través de la historia – incluyendo Alemania (década de 1920), Grecia (1944), China (1948-49), Hungría (1945-1946), Argentina (1989-1990), Yugoslavia (1994), Zimbabue (década de los 2000), y Venezuela (2016-2021), por ejemplo. Más abajo os mostramos dos ejemplos históricos y dos recientes.
Dos ejemplos históricos de hiperinflación
Alemania en la década de 1920
Alemania experimentó un periodo de hiperinflación durante la República de Weimar, entre 1921 y 1923, la cual estuvo estrechamente relacionada con las consecuencias de la Primera Guerra Mundial.
A diferencia de Francia, quien implementó su primer impuesto a los ingresos para cubrir los gastos de la guerra, Alemania decidió financiar la guerra completamente mediante préstamos. El gobierno consideraba que sería capaz de saldar la deuda a través de una victoria en la guerra e imponiendo reparaciones de guerra.
Esta estrategia falló ya que Alemania acabó perdiendo la guerra, lo cual dejó a la nueva República de Weimar con las masivas deudas correspondientes a la guerra, las cuales no podía permitirse. El problema de la deuda se vio exacerbado cuando la República empezó a imprimir dinero sin ningún recurso económico que lo respaldase, ya que el país había sido suspendido del patrón oro (la convertibilidad de su moneda al oro).
La hiperinflación comenzó en enero de 1920, cuando la tasa de inflación mensual alcanzó el 57 por ciento. Ya en 1923, había alcanzado un nivel donde los precios se doblaban un 29.500 por ciento.
El Reichsbank respondió introduciendo una nueva moneda: 1 billón de Marcos alemanes eran intercambiados por 1 Marco Seguro (Rentenmark en inglés), de tal forma que 4,2 Rentenmarks tenían el valor de 1 dólar estadounidense, exactamente la misma tasa que el Marco alemán tenía en 1914.
Hungría 1945-1946
Entre 1945 y 1946, Hungría sufrió el peor episodio de hiperinflación jamás registrado, teniendo éste sus orígenes en las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial.
En 1944 el país había pasado a ser el campo de batalla entre Rusia y Alemania, quienes destruyeron o dañaron la capacidad industrial del país. A causa de esta importante caída en la capacidad de producción, los precios empezaron a verse aumentados. Sin una base de impuesto sobre la que apoyarse, el gobierno húngaro decidió estimular la economía imprimiendo dinero e inyectándolo en la economía mediante varios canales, incluyendo una baja tasa de interés para los préstamos.
En su pico más alto, la inflación mensual aumentó de un porcentaje de 28 millones en junio de 1946 a un porcentaje impensable de 12.952 billones en julio de 1946. En este punto, la inflación diaria era superior al 200%, viéndose los precios doblar cada 15 horas, haciendo que los cálculos económicos normales fueran imposibles y que las transacciones a través de dinero fueran extremadamente difíciles de ejecutar.
A pesar de su severidad, las reformas de agosto de 1946 tuvieron éxito. El paquete de reformas incluía una diversidad de medidas de estabilización. Específicamente, se introdujo una nueva moneda, un artículo que garantizaba que se había restablecido la independencia del banco central, se impusieron requerimientos de reserva para los bancos comerciales, se reformó el sistema fiscal y el empleo en el sector público se vio disminuido.
Dos ejemplos de hiperinflación recientes
Zimbabue en la década de los 2000
Zimbabue vivió una crisis económica a principios de la década de los 2000. La economía había entrado en decadencia en 1999. La producción agrícola se había estado viendo disminuida a causa de las sequías y los procesos de reformas territoriales, acompañados por un aumento de la deuda pública y suspensiones de ayudas de desarrollo sobre las confiscaciones de tierras. Frente a una contracción de los ingresos y a un aumento de las obligaciones de deuda, el gobierno respondió imprimiendo dinero.
La inflación comenzó a dispararse en 2001 en respuesta a la seria escasez de comida. Tras su primer pico en 2003, el gobierno logró mantener la inflación bajo control entre 2004 y 2005, siguiendo una disminución de la oferta monetaria. Sin embargo, la inflación comenzó a escalar en 2006.
En 2008 la tasa de inflación anual de Zimbabue excedía el porcentaje de 231 millones. En su punto más alto, los precios se doblaban de un día a otro. El periódico The Economic Times indicó el 13 de junio de 2008 que “una barra de pan ahora cuesta lo mismo que 12 coches hace una década,” y “un paquete pequeño de granos de café producidos localmente cuesta nada más que mil millones de dólares zimbabuenses. Hace una década, con esa cantidad se podrían haber comprado 60 coches nuevos.”
Para ralentizar la inflación, el gobierno impuso controles sobre los precios entre 2007 y 2008. Los productores estaban obligados, a veces bajo fuerza policial, a vender sus bienes y servicios bajo los precios exigidos por el gobierno. Dado que los productores estaban incurriendo en pérdidas bajo los precios de venta establecidos, los recortes de la producción y la escasez en la oferta fueron significativos – donde muchos productos no se encontraban disponibles en las tiendas, mientras eran comerciados a precios mucho más altos en el mercado negro.
Los alimentos eran normalmente aceptados como trueque para la renta, y algunos productos, tal y como la gasolina, eran exclusivamente comerciados en dólares estadounidenses o en el rand sudafricano. Este periodo de hiperinflación finalmente terminó en el 2009, cuando Zimbabue decidió abandonar su moneda y adoptar el dólar estadounidense, optando por la dolarización total.
Venezuela 2016-2021
Venezuela recientemente salió de un ciclo de cuatro años de hiperinflación. Ya por 2014, la economía de Venezuela y su presupuesto público se habían vuelto extremadamente dependientes de las exportaciones de petróleo, representando un 90 por ciento de los ingresos totales de las exportaciones del país. Cuando el precio del petróleo global disminuyó, la demanda extranjera por el bolívar venezolano cayó, reduciendo el valor de la moneda y encareciendo el coste de los bienes importados.
Dada la contracción de los ingresos públicos, el gobierno respondió imprimiendo más dinero. La situación se fue viendo empeorada a medida que el precio del petróleo continuaba disminuyendo y que otros factores reducían la producción de petróleo de Venezuela.
Venezuela declaró por primera vez un estado de emergencia en 2016, cuando la tasa de inflación anual alcanzó la marca del 800 por ciento. A lo largo de 2017 la tasa de inflación permaneció en una línea similar, hasta que en 2018 escaló fuera de control, alcanzando el 130.000 por ciento.
Viendo que el valor de la moneda caía en picado, los venezolanos comenzaron a convertir sus ahorros en dólares estadounidenses, lo cual disminuyó aún más el valor del bolívar. Frente a los controles al cambio de divisas, que llevaban establecidos desde 2002 para evitar reducciones en el valor oficial del bolívar frente al dólar estadounidense, el precio de los dólares estadounidenses en el mercado negro se vio aumentado.
En 2019, el gobierno decidió relajar los controles económicos, y empezó a reducir el gasto público. Como resultado, la tasa de inflación anual disminuyó hasta un 9.500 por ciento en 2019, un 3.000 por ciento en 2020, y justo debajo de un 700 por ciento en 2021. En enero de 2022, la inflación mensual pasó a estar por debajo del 50 por ciento durante 12 meses, lo cual oficialmente dio fin al estado de hiperinflación.
Sin embargo, Venezuela sigue manifestando una de las tasas de inflación más altas a lo largo del mundo. Si bien el bolívar sigue siendo la moneda oficial, el dólar estadounidense es utilizado en más del 60 por ciento de las transacciones.
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